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Psicología del incentivo: Lo que motiva realmente a un comercial.
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Boomers, Gen Z y Millennials: cada tribu con su incentivo.
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Storydoing vs Storytelling: Cuando los incentivos forman parte de la acción.
En el sector de la construcción, ¿qué incentiva mejor el rendimiento? ¿Una bonificación económica o un premio emocional bien diseñado?
Un sector con equipos muy rotatorios, donde los ritmos son intensos y los márgenes ajustados estas son preguntas clave para quienes lideran canales, ventas o recursos humanos.
Y adivina… todo depende.
Por eso, hoy vamos a mirar con lupa cómo se motiva realmente a los equipos de la industria.
Lo primero, las bonificaciones. ¿Son suficientes?
Las bonificaciones funcionan bien en obras, distribuidoras y equipos de venta cuando hay metas concretas: alcanzar cierta facturación, mover determinado stock o cumplir entregas en tiempo récord. Son fáciles de explicar, rápidas de pagar y generan una recompensa inmediata.

Sin embargo, en la práctica vemos que los acaban confundiendo como parte del sueldo, en especial en equipos comerciales. También, tienen un bajo impacto emocional, se gastan y ciao, lo que hacen que genere poco impacto con la marca.
Un ejemplo real de un distribuidor mayorista de materiales de obra fue sobre un mismo equipo y dos incentivos diferentes, el económico y el emocional.
Muchos vendedores no recordaban en qué habían gastado sus bonificaciones trimestrales. En cambio, sí recordaban el viaje a Córdoba que ganaron por un incentivo anterior.
Premios emocionales: memorables, aspiraciones y compartibles.
En la construcción, donde muchos colaboradores trabajan bajo presión o en ambientes exigentes, un premio emocional puede ser un soplo de aire fresco.
Estamos hablando de experiencias, productos deseables o incluso reconocimiento público en ferias o eventos del sector.
Pero qué beneficios generan este tipo de incentivos:
- Se recuerdan más (y se agradecen más).
- Se comentan entre compañeros, familia, etc… generando contagio positivo.
- Revalorizan la relación con la empresa o marca que los otorga.
- Pueden conectar con sueños personales (un viaje, una herramienta top, una cena especial).
Un instalador que recibe un set de herramientas premium o entradas de cine para ir con su familia se siente valorado, o un vendedor que viaja a una convención internacional siente que su trabajo tiene proyección.
Entonces… ¿qué conviene más?
Depende del perfil: no es lo mismo motivar a un capataz de obra que a un ejecutivo comercial o a un ferretero.
Pero tenemos algunas pistas claras:
Si tu objetivo es:
- Aumentar ventas de productos específicos.
- Fidelizar a profesionales del sector y distribuidores.
- Posicionar tu marca entre trabajadores.
- Motivar comportamientos.
Te conviene usar:
- Descuentos puntuales.
- Premios emocionales, beneficios por compra y capacitaciones.
- Experiencias memorables.
- Incentivos mixtos y sostenidos.
Pero… ¿Y si probáramos a combinar ambos mundos? Algunas de las campañas más efectivas combinan lo económico con lo emocional.
Por ejemplo:
- Se paga una bonificación por cada venta o instalación validada.
- Pero quienes superan cierto umbral acceden a un evento exclusivo, a una formación técnica o a una experiencia aspiracional.
Este enfoque recompensa el esfuerzo del trabajo diario, y también alimenta el deseo de mejora y aspiración a algo mayor.

Existe una regla no escrita que aplica a cualquier sector o tipo de incentivo: cuando nutres la motivación con algo más aspiracional que lo cotidiano, creas un propósito más poderoso que la simple recompensa diaria.
Motivar no es solo mover cifras: es mover personas. Y para eso, el incentivo tiene que resonar con lo que importa: el reconocimiento, el crecimiento y la pertenencia.
Desde SuperIncentivos, creemos que el premio correcto puede cambiar más que un resultado. Puede construir una cultura más fuerte desde los cimientos y ladrillo a ladrillo.
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